REVELACIÓN: "Cristo el todo"
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El comienzo de la obra de Dios en el hombre es una revelación interior de Jesucristo. Sin ella, otras cosas –doctrinas, tradiciones, énfasis– ocuparán el lugar de Cristo en el corazón, y desvirtuarán el propósito original de Dios, el cual es que Cristo sea el todo en el creyente.
Por largo tiempo Dios tuvo un secreto muy guardado en su corazón, un misterio que por largos siglos no dio a conocer. Pero cumplido el tiempo, Dios lo reveló.
La revelación del misterio
La revelación del misterio
Tres frases de Pablo en Colosenses nos ayudan a descubrir ese misterio.
Cristo en nosotros
Cristo en nosotros
A éstos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria.
Nosotros podemos decir: “Cristo en nosotros”. La palabra “en” podemos reemplazarla por “dentro de”. “Cristo dentro de nosotros la esperanza de gloria”. Esta es nuestra gloriosa realidad.
Cristo nuestra vida
Cristo nuestra vida
Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
¡Cristo, nuestra vida! Esto significa una progresión: “Cristo nuestra vida” es un avance con respecto a “Cristo en nosotros”. Es Cristo nuestro vivir, nuestro movernos, nuestro andar, nuestro reposo, nuestro trabajar, nuestro reír, todo. Es una vida canjeada, ya no más yo, sino Cristo.
Cristo el todo
Cristo el todo
donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.
Esto parece ser la culminación. ¿Qué hay más alto que eso? Si Cristo es el todo en todos, significa que no hay nada aparte de Cristo.
Él está al principio y al fin, delante y detrás, adentro y afuera, en lo íntimo y en lo externo. Cristo el todo, y en todos, en la iglesia, en los ángeles, en todos los seres espirituales, en todos.
“Cristo en nosotros”, “Cristo, nuestra vida”, “Cristo el todo en todos y en todo”. Esta parece ser la culminación del propósito eterno de Dios. Propósito alto, sublime, y, sobre todo, centrado absolutamente en la persona de nuestro Señor Jesucristo.
Pero ¿cómo Cristo puede llegar a ser el todo? Para llegar a serlo sobre todos, primeramente ha de llegar a serlo en unos pocos. ¿En quiénes? ¡En los creyentes, en los hijos de Dios! Comencemos, pues, por lo básico. ¿Cómo es que llegó Cristo a estar dentro de nosotros?
El misterio se convierte en milagro
El misterio se convierte en milagro
Para que Cristo sea el todo, tiene que primero producirse este milagro, este descubrimiento.
Tiene que llegar el momento en que los cielos se nos abren, en que Cristo nos es revelado, en que nuestros ojos son tocados con el colirio de Dios, y nos damos cuenta que los milagros no son nada, que las luces no son nada, que conocer una corriente doctrinal o la mejor iglesia no es nada, que tener una moda religiosa no es nada, que tener una tradición no es nada, ¡que sólo Cristo lo es todo!
¡Qué gloria más grande! ¡Qué tesoro más incontable! ¡Cristo en nosotros! ¡Cristo revelado por el Padre! ¡Dios ha descubierto el velo! ¡Dios nos ha revelado a su Hijo!
Vanamente un atleta podría correr una carrera si no corre desde la partida. Vanamente un constructor podría levantar un edificio si no pone bien el cimiento.
¡Este es el comienzo! ¡Este es el punto de partida para que Cristo llegue a ser el todo en nosotros!
Así que de ahora en adelante no consideramos a nadie según criterios meramente humanos. Aunque antes conocimos a Cristo de esta manera, ya no lo conocemos así.
¿Cómo conocen a Cristo? ¿Por una película? ¿Lo conocen por una novela? ¿Lo conocen en las páginas de la historia? ¿Lo conocen por algún relato de infancia?
Los apóstoles que anduvieron con el Señor Jesús podían decir: “Nosotros le conocimos cuando hizo milagros, cuando fue y cuando vino, cuando salió y cuando entró”.
¿Pero saben? Ni siquiera ese conocimiento que los apóstoles tuvieron en esos tres años y medio con el Señor era el conocimiento fundamental. Ese no era el conocimiento que podía poner el fundamento para una edificación espiritual.
El fundamento de la obra de Dios no es conocer a Cristo físicamente, no es conocerlo en un cuadro, o en una película, ni siquiera en la palabra.
¡El fundamento de la obra de Dios es Cristo revelado por el Padre en el corazón del hombre!
Si hubiésemos conocido a Cristo en la carne, habríamos tenido que decir, igual que Pablo: “Ya no lo conocemos así.” El conocimiento que tenemos de él es espiritual. Del Espíritu Santo a nuestro espíritu.
La revelación del Padre
La revelación del Padre
¿Hay en la tierra algo seguro, hay algo firme, hay algo imposible de remover? ¿Qué es? Es la revelación que el Padre ha hecho de Cristo en tu corazón.
—Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás—le dijo Jesús—, porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo.
¡Sí! Aunque vengan las tempestades, o venga Satanas con todo su furor, hay algo inconmovible en la tierra. ¡Cristo revelado en ti y en mí!
¡Aunque mi mente lo olvidara, mi espíritu lo recordaría! ¡Aunque mis sentimientos se apagaran, mi espíritu todavía lo proclamaría! ¡Cristo en mí! ¡Cristo revelado por el Padre! ¡Aleluya!
Las instituciones humanas tienen como fundamento un decreto, un organigrama, unos estatutos, una personería jurídica, o una cierta tradición. Pero eso no es el fundamento de la iglesia.
No es tampoco la mejor doctrina, ni la mejor teología, ni el mejor sistema de crecimiento. Es Cristo revelado por el Padre. Dios revela a su Hijo, y entonces dentro del corazón del creyente se produce un milagro.
Y sin revelación de Jesucristo, se pierde el norte
¿Hay algo en que te apoyes aparte de Cristo? Tal vez eso signifique que Cristo no es todosuficiente para vos.
Para que Cristo sea el todo en tu vida tiene que ocurrir primero este milagro: que Cristo te sea revelado por el Padre.
CONCLUSIÓN:
CONCLUSIÓN:
Hay que jugarsela…!!!
—Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente—afirmó Simón Pedro.